Cuando el Sol parece transitar Aries, las cualidades del signo impregnan la materia en forma de calor. Se reinicia la expresión de la mente en latencia, de manera progresiva y en interacción: con Cáncer despierta el aspecto mental y con Libra despierta el aspecto magnético. Cáncer será la transición y Libra marcará el final del proceso, la síntesis magnética entre opuestos que simpatizan y se atraen naturalmente. De ahí en adelante, la unidad Aries-Libra estará gobernada por la interacción Mercurio ~ Neptuno.

Aquello que comienza bajo el signo de Aries indica un inicio que se asemeja el destello propio de la aparición de la vida. Es un fulgor mental, un despliegue del resplandor ígneo que se manifestará como ímpetu, iniciativa, dirección y precisión súbitas, aunque no necesariamente constantes o reflexivas. La individualidad y la iniciativa encuentran canales adecuados a través del deseo y de la potencia para expresarse, y la experiencia se desarrolla a alta velocidad.
Tres meses después, la energía que irrumpió inicialmente se derrama sobre la experiencia a la manera de un cuenco al que le retiran rápidamente su base. Todo se encuentra impregnado por una voluntad que no sólo desea presentificarse sino también adquirir determinada forma, un contorno demarcativo que le permita establecer relaciones sin perder la propia autonomía e identidad. Para ello, esta voluntad desarrolla sensibilidad, intuición y facultad de penetrar en las cosas sin producir alteraciones bruscas.
Finalmente, es decir, luego de seis meses, Aries ejerce una acción valorativa en la que no dudará en constreñirse si así lo considera. La energía ha desarrollado el sentido de la adecuación y de la pertinencia, y ha erigido en su interior parámetros de valoración que le permiten ejercer control sobre el propio deseo, pensamiento y magnetismo. Con estas adquisiciones, Aries se integra a Libra y así forman una unidad magnética: asertividad en las mediaciones y relaciones con firmes propósitos.
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