Cuando el Sol parece transitar Cáncer, las cualidades del signo impregnan la materia en forma de calor. Se reinicia la expresión de la mente en latencia, de manera progresiva y en interacción: con Libra despierta el aspecto mental y con Capricornio despierta el aspecto magnético. Libra será la transición y Capricornio marcará el final del proceso, la síntesis magnética entre opuestos que simpatizan y se atraen naturalmente. De ahí en adelante, la unidad Cáncer-Capricornio estará gobernada por la interacción Neptuno ~ Urano.

Los inicios que ocurren con el Sol bajo el signo de Cáncer se asimilan al acto de la respiración: no supone ninguna terminación sino un movimiento cíclico, reiterado, como ocurre en cualquier organismo vivo, una manifestación permanente de la posibilidad de desarrollo. La energía repite una y otra vez sus características como si se alimentase con sus propias cualidades.
Luego de tres meses, es decir, durante el período intermedio de un proceso iniciado bajo el signo de Cáncer, la energía se despierta, abandona su letargo y se producen sacudidas que obligan a establecer relaciones con el entorno. Salir del ensimismamiento es un esfuerzo para relacionarse pero también es un desarrollo que aporta creatividad, novedades y elementos inusuales dentro de lo que es habitual.
Finalmente, a los seis meses Cáncer alcanza pleno magnetismo con la habilidad de salir de su madriguera, generar atracción en el entorno y atraer seductoramente hacia sí lo que quiera. Su sensibilidad ya no sólo se define entonces en torno a la propia seguridad sino que también se ha expandido sobre el contexto, pudiendo captar fácilmente cuáles son las necesidades ajenas. Con estas adquisiciones, Cáncer se integra a Capricornio y así forman una unidad magnética: un ánimo constructivo y una maduración estable y sin estruendos.
©Julia Pérez Bustamante | Todos los derechos reservados